Miércoles, 21 de Noviembre. Pese a haber solicitado el voto para las elecciones al Parlamento de Cataluña tan pronto como fue posible no ha servido para nada. Dado que mañana es festivo en EEUU no habrá servicio de correo. Es posible que el viernes, día 23, correos me entregue el aviso para ir a recoger el sobre de las papeletas si llega para ese día. Pero entonces sólo podré recogerlo el sábado 24 por la mañana. Totalmente inútil ya que el consulado de Chicago cierra el voto el viernes 23 a las ocho de la tarde.
Pero, empecemos por el principio La reciente modificación de la ley electoral niega el derecho de voto a los ciudadanos españoles residentes en el exterior en las elecciones municipales y obliga a solicitar el voto usando el procedimiento del voto rogado en el resto de procesos electorales. Antes de dicha modificación, las juntas electorales enviaban de oficio la documentación para poder votara a todos los ciudadanos españoles en todas las convocatorias electorales. La reforma que tenía por objetivo evitar el fraude ha conseguido reducir la participación electoral de un 30% de media a un 4% y ha logrado que muchos ciudadanos no puedan ni siquiera votar. Todo ello era absolutamente previsible pero parece que no fue suficientemente obvio para todos ya que finalmente la ley se aprobó durante la legislatura pasada con los votos de los principales partidos. Si cuando las papeletas se enviaban de oficio a menudo llegaban 24-48 horas antes del cierre de plazo estaba muy claro que si el procedimiento administrativo se complicaba no iba a ser posible que llegaran a tiempo. Se nos han dado muchas razones y excusas para ello. Todas muy políticamente correctas pero sin ningún sentido a día de hoy.
En primer lugar, si la votación no se produce hasta el día 25 no puedo entender porque el consulado no puede estar abierto hasta ese día y permitir el voto hasta última hora de la tarde. Imagino las respuestas. Pero no las acepto. Es un problema político y cómo tal se debe dar una respuesta política, no meramente administrativa. Es una cuestión de respetar los derechos de los ciudadanos y de reconocer que también somos españoles más allá de discursos bonitos y grandilocuentes.
En segundo lugar, desde la primera votación que tuvo lugar con el voto rogado se empezaron a registrar los problemas y las tasas de participación se han mantenido en todas las convocatorias electorales. En las últimas elecciones gallegas y vascas sólo el 11% y el 7%, respectivamente, de los ciudadanos españoles en el extranjero solicitaron el voto. Imagino que no todos votaron y que muchos no pudieron votar ya que no recibieron las papeletas a tiempo así que es probable que la participación final ronde el porcentaje habitual cercano al 4-5%.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el procedimiento actual requiere o enviar el voto al consulado o ir directamente al consulado y votar ahí. En ambos casos, la situación no es fácil. A menudo el consulado no está cerca y añadir otro envío postal es incrementar el retraso y el error. Y, por otro lado, si el consulado está cerca es posible que los horarios no permitan el voto como ya he comentado previamente.
Muchos claman por la derogación de las modificaciones electorales y volver a la situación anterior. Sin embargo, eso no es razonable. El proceso anterior era ya poco eficiente. Y los plazos de tiempo eran lamentables.
La solución pasa por propuestas nuevas. En sentido acabo de leer que hace poco el Consejo General de la Ciudanía Española en el Exterior entregó una propuesta a los grupos parlamentarios popular, socialista e izquierda plural. Los principales puntos de dicha propuesta son los siguientes:
1) Que debe eliminarse en su totalidad el sistema de voto rogado y volver al sistema antes vigente de envío de oficio de la documentación y papeletas para votar a todos los electores, con las modificaciones pertinentes necesarias para añadir seguridad y transparencia al sistema.
2) Que se establezca un sistema bien delimitado de voto en urna, con mesas electorales establecidas en los consulados cuya población española lo justifique
3) Que el Parlamento Español ponga en marcha el proceso que al final acabe con representación parlamentaria directa para los españoles en el exterior tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado.
4) Que se ponga en marcha lo antes posible y se amplíe después el sistema de voto electrónico en Internet.
5) Que se restablezca el derecho a votar en las elecciones municipales para quienes tienen una clara vinculación con su municipio (propiedades, inversiones, estancias vacacionales, etc.
Todos los puntos son razonables. Pero quiero poner un especial énfasis en el punto 3 y 4. Representación directa de los españoles en el exterior en Congreso y Senado y voto electrónico que suprima, para quien lo quiera, todos los trámites postales actuales. Toda reforma que no incida especialmente en esos dos puntos será meramente una reforma cosmética. Los puntos 1, 2 y 5 son importantes y necesarios. Pero no modifican la relación del ciudadano español con las instituciones parlamentarias. Por otro lado, si se lleva a cabo la propuesta de una representación directa (como ya existe en Francia por ejemplo) de los españoles y se permite el voto electrónico entonces la reforma entrará en una nueva dimensión. No olvidemos que hay más de un millón y medio de ciudadanos españoles en el exterior lo cual nos convierte en la cuarta provincia y con los números actuales nos debería garantizar unos 10 diputados. Obviamente, eso es sólo una proyección basada en los números del censo. Pero sería un paso muy importante. Finalmente, el voto electrónico no es ya un lujo, es una necesidad. Y abre las puertas a una nueva relación entre el ciudadano y el Parlamento. No podemos seguir manteniendo la misma relación que en el siglo XIX. Algo debe cambiar si queremos que nuestra democracia sea algo más perfecta.
Mucho se podría hablar respecto al concepto de representación en el siglo XXI. No es el momento ahora. Pero es un debate que debería abrirse. No olvidemos que el concepto de representación nace por la imposibilidad física de los ciudadanos de asistir y participar en un Congreso. Esa dificultad física se ha reducido considerablemente. Y ello debería permitir, cuanto menos, una reflexión profunda sobre el funcionamiento de la democracia en las sociedades actuales. No soy ingenuo. Los mecanismos de respuestas a estas propuestas poseen una inercia tremenda y no espero milagros. Pero debemos empezar ese camino. No se trata ya de una democracia mal llamada 2.0. No nos podemos quedar con retuitear las ocurrencias de los políticos, o de sus equipos, y en tener una cuenta de Facebook del partido de turno. Eso no es más que marketing electrónico. Una herramienta sofisticada que permite tener un cartel electoral colgado y actualizado durante siete días a la semana y 24 horas al día. La mayor parte de las veces esos sistemas sólo funcionan de arriba hacia abajo y, aunque se recibe información desde abajo, no parece que se transmita de forma eficaz.
No podemos reformar la democracia y los sistemas de participación y representación tomando como modelo las asambleas del movimiento del 15M. Eso no lleva a ningún lado. Es el hablar por hablar y el discutir por discutir . Pero sí es necesario redefinir la relación representante-representado en este nuevo contexto.
Eso por ello que los puntos 4 y 5 son especialmente importantes y pueden servir como punta de lanza para abrir un debate en la sociedad española. No todos querrán ese debate, no todos participarán. Pero no por ellos podemos quedarnos parados.
Escribo desde la frustración y la rabia de ver como, otra vez, no voy a poder participar en un proceso electoral. No es la primera vez. Espero que sea la última. No escribo desde la indignación y desde la pataleta quema contenedores. Nada más lejos de mi intención. De eso ya tenemos bastante. No puedo secundar lo de “no, nos representan”. Sí lo hacen. Y por eso mismo debemos pedirles más y mejor. El nivel de exigencia deber ser máximo. Pensemos por un momento que para obtener una plaza de profesor universitario se exigen licenciaturas, doctorados, estancias post-doctorales en el extranjero, publicaciones, etc. Todo eso para terminar explicando unos conceptos técnicos en un aula universitaria. Sin embargo, para representar a los ciudadanos y para legislar y gobernar un país los criterios de selección son, a menudo, poco claros, por decirlo de una forma suave. Una democracia mucho más participativa y abierta no debería permitir que sus representados no sean conocidos, no sean eficaces y no respondan a los compromisos con sus ciudadanos, más allá de una absurda disciplina de partido. Pensemos en ello. No hacerlo es dar juego a los movimientos sociales que buscan desprestigiar nuestras instituciones.