Donde la política dice estar

Abro, casi al azar, una página de “Otros mundos”, una recopilación de artículos de Gabriel Albiac publicada en el 2002. Dice Albiac: “Allá donde la política dice estar, allá es donde no sucede”. Y no habla el profesor de absurdas teorías conspirativas. No se rigen los destinos del mundo en mansiones lujosas, en medio del campo, donde unos pocos jefes de estado y presidentes de multinacionales se reparten los beneficios del resto. No, es mucho más simple. La realidad está delante de nuestros ojos y sin embargo no queremos verla. Preferimos la política de bajos vuelos, la de la histeria colectiva de los indignados, de las imputaciones a infantas, de contables con cuentas millonarias en Suiza. Y mientras hablamos de eso y creemos estar hablando de política, la verdadera política se sigue pudriendo delante de nuestros ojos en silencio. No hablamos de la libertad ni del verdadero progreso del ser humano. Y nos escandalizamos mientras nos acostamos tranquilamente sin pensar en todos aquellos que sufren más que nosotros, mucho más. Y no hablo de aquellos que pueden organizar una protesta colectiva desde sus iPhones y sentar sus posaderas en la vía pública pretendiendo ser la voz del pueblo. Hablo de aquellos para lo que saber si amanecerá mañana es una pregunta sin respuesta. Y esos están en todas partes. Son nuestros vecinos y son los que viven en campos de refugiados y en otros rincones del mundo donde la libertad ya ni siquiera es un sueño, es otra palabra más en un diccionario mojado en el barro.

Hace ya muchos años leí por primera vez una columna de Gabriel Albiac en El Mundo. Era yo entonces un casi imberbe estudiante universitario. Entonces, don Gabriel tenía mi edad actual. Imposible olvidar su prosa de hielo, cortante, dura que no podía dejarle a uno indiferente. Han pasado muchos años y pese a su esfuerzo queda mucho por hacer. Para empezar, releer sus viejas columnas que siguen siendo igual tan actuales como lo fueron el día que fueron publicadas. Leemos demasiadas tonterías y perdemos de vista lo esencial. Donde la política dice estar no hay nada, sólo el vacío de nuestra pereza y cobardía.

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